Tengo una rodilla averiada en un accidente doméstico desde los 7 años; desde ahí que tenemos un vínculo más íntimo y presente que con otras partes de mi cuerpo.
Me recuerda cada tanto algo sobre mí, el tiempo, las pausas, el cariño, las necesidades.
Las últimas 8 semanas me volvió a pedir atención, dolió, se hincho (de mí?), me paró, me contó historias olvidadas, peleamos, lloramos, nos aceptamos y nos volvimos amar.
La lleve al Doc., el mago le hizo osteopatía, Luz le dio masajes, baile sentada en lo de Emilio, la vende con repollo, le puse calor, frío, árnica en glóbulos, crema y aceite, use rodillera y en el campo bastón.
Sanó!
Volví a danzar, a pilates y a caminar lento y atenta.
Ayer arreglando las plantas y tomando mate en el patio mientras conversaba con Hannah me gire hacia atrás, y otra vez un escalón en esta historia me hizo caer sobre ella.
Suavemente me dijo: soy vulnerable.
Me quedé un rato en el piso registrando, sintiendo a fondo el momento. El cielo se veía lejos.
Traduje su voz diciendo: no quiero ser vulnerable.
Hannah dijo suave: sos vulnerable.
Lloré, respire un rato y volví a ponerme de pie, dancé más tarde tranqui, descanse, medité…
Hoy camino en la calle, acompañada y vuelvo a escucharte: estoy sana, soy vulnerable, cuídame.
Le gusta el sol, los mimos y andar lento
Bavali- primavera 2018.